Reflexiones sobre el acompañamiento entre iguales
El conocimiento universalmente válido (nomotético) no es el único tipo de conocimiento válido en salud mental. Debe complementarse con la experiencia vivida (conocimiento idiográfico). Si se genera conocimiento sobre una realidad que es cambiante, entonces la validez de los descubrimientos asociados a dicha realidad deberían ser limitados en el tiempo y se deberían repetir periódicamente para asegurar que siguen siendo válidos. Constructos como "depresión", "trastorno de personalidad" o "ansiedad" no son estáticos. No significan exactamente lo mismo hoy que hace 40 años y no impactan en la vida de las personas de la misma manera. Si el tratamiento X funcionaba a finales del s. XX, deberíamos volver a evaluar que sigue siendo beneficioso a principios del s. XXI. Prescribir litio para el trastorno bipolar, por ejemplo, no puede basarse en experimentos de hace 5 décadas con hombres blancos heterosexuales.
Cuanto más diferentes son los patrones personales de pensamiento, percepción y experiencia emocional, menos validez tienen las recomendaciones normativas y más necesario es adaptarlas a la propia idiosincrasia, inspirándose en las experiencias de otros con diversidades similares. Por ejemplo, hay una gran parte de la población a la que le va bien hacer un parón en agosto o compartir mucho tiempo con la familia en Navidad. Sin embargo hay que ser crítico antes de internalizar estos requerimientos sociales como deseables... además de tener en cuenta que para una proporción muy significativa de personas con problemas de salud mental, agosto y las Navidades son periodos especialmente duros. Lo que funciona para la mayoría (o lo que tolera la mayoría) puede ser contraproducente para mí, especialmente si por lo general percibo, siento y pienso de una manera diferente a la mayoría. Lo que implica que la persona con una diversidad tiene una doble exigencia añadida. Por un lado, discernir qué comportamientos mayoritarios son tolerables o no. Por otro, resistir la presión social y ser capaz de ir contra el comportamiento mayoritario cuando su salud lo requiera
Los objetivos terapéuticos muchas veces pueden no solo no estar alineados con los objetivos vitales de la persona usuaria, sino incluso ir directamente en contra de ellos. La famosa "adherencia" se convierte entonces en un ejercicio máximo de negación a uno mismo.
Cuando una persona está en una situación de alteración de la experiencia (sensorial, cognitiva y/o emocional), hemos de adaptar la comunicación para que ésta sea eficaz. Son necesarios mensajes breves, directos y repetidos varias veces para asegurar que llegan a la persona. En concreto, es de utilidad que nos pregunten claramente "¿quién?" y "¿cuándo?". Es decir, en quién hay que apoyarse en caso de necesidad o de estar sobrepasados y cuándo se considera que ha de buscarse ese apoyo. Si a base de repetir el mensaje de manera clara se consigue que la persona afectada se involucre en las acciones a seguir, la probabilidad de que sienta la intervención como algo ajeno y violento disminuye. Al menos, esa es la conclusión que extraigo de mi propia experiencia.